martes, 16 de septiembre de 2014

Una relación familiar

Mi relación casi amorosa con las series empezó hace muchos años. Puede decirse que los dibujos animados son nuestras series de niños y yo era totalmente adicta a todos ellos. Desde siempre fui fan de Doraemon, Pokemon, Oliver y Benji, Tom & Jerry… iconos que marcaron mi infancia y la de tantos amigos míos.

Así que muy temprano fui cultivando esta extraña unión a esos pequeños cachos de historias (ahora más elaborados y reales), que siempre nos acompañaban de una buena dosis de galletas, chocolates o helado.

Lo que me encanta en las series es el hecho de que nunca sabemos cómo va terminar el episodio, las ganas de saber como será el próximo, la relación que se crea con los personajes (que en un determinado momento son casi familia) y la tristeza de ver historias así, que se vuelven nuestras, llegar a su fin. 

Pero verdaderamente una buena serie nunca termina: su mensaje, sus personajes o los momentos que nos proporcionan siempre perduran en la mente de quien las sigue, por muchos y muchos años. Dentro de mi género favorito, la comedia, podría enumerar una serie de series que tuvieron ese efecto en mí, pero Modern Family ha sido sin duda la que más me ha marcado. 


Fuente: TV Posters

Nuestra relación surgió en la tercera temporada, cuando la FOX Portugal empezó transmitiéndola con regularidad. Me acuerdo de toda la gente hablar sobre cómo era totalmente hilarante y de conocer ya algunos episodios antes de haberlos visto. 

Pero no fue su fama lo que hizo que me gustara, sino el hecho de me identificara tanto con ella y con sus personajes. Yo era, por cierto, Alex: la chica estudiosa. Pero me veía también en Haley, por mi deseo de convertirme en una chica mayor, independiente y algo rebelde. 

Mi abuelo se casó con una mujer joven, así que la relación de Jay con Glória me hacia reír mucho porque me acordaba de ellos. La relación homosexual de Mitch y Cam me impresionaba: nunca había visto la homosexualidad tan aceptada en una familia y tan aceptada por los espectadores, que se enamoraban por sus historias y complicidad. 
Una demonstración de la fuerza que esta serie tiene a ese nivel, es el hecho de que mi abuela no apoya la adopción homosexual, pero apoyaba firmemente las ganas de ellos en adoptar Llily en la serie.
Y toda esa sencillez y expresiones que te hacen reír tanto que ni un loco, enseñan como de bien conseguida esta la serie.
 
Al final, pienso que eso es lo fundamental en una serie: conseguir que las personas se identifiquen con los personajes y sus historias, que el mensaje cambie o te haga pensar en tus valores, que el todo te dé una perspectiva nueva y que, además de todo, te entretenga. Y es por todo eso que la he elegido como la mejor representante de series de comedia para este blog (aunque los premios consecutivos hablen por sí mismos). 

Aunque el final de Modern Family no haya sido anunciado, me preocupa que llegue, porque sé que ninguna serie de comedia va conseguir igualarla. Pero como ya he dicho, una buena serie nunca tiene fin: perdura en la memoria de a quien cautiva, de a quien enamora, de a quien la vive. Y por cierto que Modern Family así lo hará.

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